Jueves, 15 de septiembre de 2005
Excelencias, amigas y amigos, muy buenas tardes:
El propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente. Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, lo que los pueblos del mundo reclaman con urgencia, como lo es la adopción de medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan e impiden los esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida.
Cinco años después de la Cumbre del Milenio, la cruda realidad es que
la gran mayoría de las metas diseñadas, pese a que eran ya de por sí
modestísimas, no serán alcanzadas.
Pretendimos reducir a la mitad los 842 millones de hambrientos para
el año 2015. Al ritmo actual la meta se lograría en el año 2215, ve a
ver quién de nosotros estaríamos allí para celebrarlo, si es que la
especie humana logra sobrevivir a la destrucción que amenaza nuestro
medio ambiente.
Habíamos proclamado la aspiración de lograr en el 2015 la enseñanza
primaria universal. Al ritmo actual la meta se alcanzará después del año
2100, preparémonos pues para celebrarlo.
Esto, amigas y amigos del mundo, nos lleva de manera irreversible a
una amarga conclusión: las Naciones Unidas han agotado su modelo, y no
se trata simplemente de proceder a una reforma, el siglo XXI reclama
cambios profundos que sólo son posibles con una refundación de esta
organización. Esto no sirve, hay que decirlo, es la pura verdad.
Esas transformaciones, a las que desde Venezuela nos referimos, al
mundo, tienen para nosotros, desde nuestro punto de vista dos tiempos:
el inmediato, el de ahora mismo, y el de los sueños, el de la utopía; el
primero está marcado por los acuerdos lastrados por el viejo esquema,
no le rehuimos, y traemos, incluso, propuestas concretas dentro de ese
modelo en el corto plazo. Pero el sueño de esa paz mundial, el sueño de
un nosotros que no avergüence por el hambre, la enfermedad, el
analfabetismo, la necesidad extrema, necesita –además de raíces– alas
para volar. Necesitamos alas para volar, sabemos que hay una
globalización neoliberal aterradora, pero también existe la realidad de
un mundo interconectado que tenemos que enfrentar no como un problema
sino como un reto, podemos, sobre la base de las realidades nacionales,
intercambiar conocimientos, complementarnos, integrar mercados, pero al
tiempo debemos entender que hay problemas que ya no tienen solución
nacional, ni una nube radioactiva, ni los precios mundiales, ni una
pandemia, ni el calentamiento del planeta o el agujero de la capa de
ozono son problemas nacionales.
Mientras avanzamos hacia un nuevo modelo de Naciones Unidas que haga
cierto y suyo ese nosotros de los pueblos, hay cuatro reformas urgentes e
irrenunciables que traemos a esta Asamblea. La primera, la expansión
del Consejo de Seguridad tanto en sus categorías permanentes como en las
no permanentes, dando entrada a nuevos países desarrollados y a países
en desarrollo como nuevos miembros permanentes. La segunda, la necesaria
mejora de los métodos de trabajo para aumentar la transparencia y no
para disminuirla, para aumentar el respeto y no para disminuirlo, para
aumentar la inclusión. La tercera, la supresión inmediata, seguimos
diciéndolo desde hace seis años desde Venezuela, la supresión inmediata
del veto en las decisiones del Consejo de Seguridad, ese vestigio
elitesco es incompatible con la democracia, incompatible con la sola
idea de igualdad y de democracia.Y en cuarto lugar el fortalecimiento
del papel del Secretario General, sus funciones políticas en el marco de
la diplomacia preventiva, debe ser consolidado. La gravedad de los
problemas convoca a transformaciones profundas, las meras reformas no
bastan para recuperar el nosotros que esperan los pueblos del mundo, más
allá de las reformas reclamamos desde Venezuela la refundación de
Naciones Unidas, y como bien sabemos en Venezuela, por las palabras de
Simón Rodríguez, el Robinson de Caracas: “O inventamos o erramos”.
En la reunión de enero pasado de este año 2005 estuvimos en el Foro
Social Mundial en Porto Alegre, diferentes personalidades allí pidieron
que la sede de Naciones Unidas saliera de Estados Unidos si es que
continúan las violaciones a la legalidad internacional por parte de ese
país. Hoy sabemos que nunca existieron armas de destrucción masiva en
Iraq, el pueblo estadounidense siempre ha sido muy riguroso con la
exigencia de la verdad a sus gobernantes, los pueblos del mundo también:
nunca hubo armas de destrucción masiva y sin embargo, y por encima de
Naciones Unidas, Iraq fue bombardeado, ocupado y continúa ocupado. Por
eso proponemos a esta Asamblea que Naciones Unidas salga de un país que
no es respetuoso con las propias resoluciones de esta Asamblea. Algunas
propuestas han señalado a una Jerusalén convertida en ciudad
internacional como una alternativa. La propuesta tiene la generosidad de
proponer una respuesta al conflicto que vive Palestina, pero quizás
tenga aristas que hagan difícil llevarlo a cabo. Por eso traemos aquí
otra propuesta, anclada en la Carta de Jamaica, que escribió Simón
Bolívar, el gran Libertador del Sur, en Jamaica, en 1815, hace 190 años.
Ahí propuso Bolívar la creación de una ciudad internacional que
sirviera de sede a la idea de unidad que planteaba. Bolívar era un
soñador que soñó lo que son hoy nuestras realidades.
Creemos que ya es hora de pensar en la creación de una ciudad
internacional ajena a la soberanía de ningún Estado, con la fuerza
propia de la moralidad de representar a las Naciones del mundo, pero esa
ciudad internacional tiene que reequilibrar cinco siglos de
desequilibrio. La nueva sede de Naciones Unidas tiene que estar en el
Sur, “¡El Sur también existe!”, dijo Mario Benedetti. Esa ciudad que
puede existir ya, o podemos inventarla, puede estar donde se crucen
varias fronteras o en un territorio que simbolice al mundo, nuestro
Continente está en disposición de ofrecer ese suelo sobre el que
edificar el equilibrio del universo del que habló Bolívar en 1825.
Señoras, señores, enfrentamos hoy una crisis energética sin
precedentes, en el mundo, en la que se combinan peligrosamente un
imparable incremento del consumo energético, la incapacidad de aumentar
la oferta de hidrocarburos y la perspectiva de una declinación en las
reservas probadas de combustibles fósiles. Comienza a agotarse el
petróleo.
Para el 2020 la demanda diaria de petróleo será de 120 millones de
barriles, con lo cual, incluso sin tener en cuenta futuros crecimientos,
se consumiría en 20 años una cifra similar a todo el petróleo que ha
gastado la humanidad hasta el momento, lo cual significará,
inevitablemente, un aumento en las emisiones de dióxido de carbono que,
como se sabe incrementa cada día la temperatura de nuestro planeta.
Katrina ha sido un doloroso ejemplo de las consecuencias que puede
traer al hombre ignorar estas realidades. El calentamiento de los
océanos es, a su vez, el factor fundamental detrás del demoledor
incremento en la fuerza de los huracanes que hemos visto en los últimos
años. Valga la ocasión para transmitir una vez más nuestro dolor y
nuestro pesar al pueblo de Estados Unidos, que es un pueblo hermano de
los pueblos de América también, y de los pueblos del mundo.
Es práctica y éticamente inadmisible sacrificar a la especie humana
invocando de manera demencial la vigencia de un modelo socioeconómico
con una galopante capacidad destructiva. Es suicida insistir en
diseminarlo e imponerlo como remedio infalible para los males de los
cuales es, precisamente, el principal causante.
Hace poco el señor Presidente de Estados Unidos asistió a una reunión
de la Organización de Estados Americanos, a proponerle a la América
Latina y al Caribe incrementar las políticas de mercado, la apertura de
mercado, es decir, el neoliberalismo, cuando esa es precisamente la
causa fundamental de los grandes males y las grandes tragedias que viven
nuestros pueblos: el capitalismo neoliberal, el Consenso de Washington
lo que ha generado es mayor grado de miseria, de desigualdad y una
tragedia infinita a los pueblos de este continente.
Ahora más que nunca necesitamos, señor Presidente, un nuevo orden
internacional, recordemos que la Asamblea General de las Naciones Unidas
en su sexto período extraordinario de sesiones, celebrado en 1974,
algunos de quienes están aquí no habían nacido, seguramente, o estaban
muy pequeños.
En 1974, hace 31 años adoptó la declaración y el programa de acción
sobre un nuevo Orden Económico Internacional, junto con el plan de
acción la Asamblea General adoptó el 14 de diciembre de aquel año 1974
la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados que concretó el
Nuevo Orden Económico Internacional, siendo aprobada por mayoría
aplastante de 120 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones –esto era
cuando se votaba en Naciones Unidas–, porque ahora aquí no se vota,
ahora aquí se aprueban documentos como este documento que yo denuncio a
nombre de Venezuela, como irrito, nulo e ilegal, se aprobó violando la
normativa de las Naciones Unidas, ¡no es válido este documento!, habrá
que discutir este documento, el Gobierno de Venezuela lo va a hacer
conocer al mundo, pero nosotros no podemos aceptar la dictadura abierta y
descarada en Naciones Unidas, estas cosas son para discutirlas y para
eso hago un llamado muy respetuoso, a mis colegas los Jefes de Estado y
los Jefes de Gobierno.
Ahora me reunía con el presidente Néstor Kirchner y bueno, yo sacaba
el documento, este documento fue entregado cinco minutos antes, ¡sólo en
inglés!, a nuestros delegados y se aprobó con un martillazo
dictatorial, que denuncio ante el mundo como ilegal, irrito, nulo e
ilegítimo.
Oíganme una cosa, señor Presidente, si nosotros vamos a aceptar esto,
es que estamos perdidos, ¡apaguemos la luz y cerremos las puertas y
cerremos las ventanas! Sería lo último: que aceptemos la dictadura aquí
en este salón.
Ahora más que nunca –decíamos– requerimos retomar, retomar cosas que
se quedaron en el camino, como la propuesta aprobada en esta Asamblea en
1974 de un Nuevo Orden Económico Internacional, para recordar algo,
digamos lo siguiente, el Artículo 2 del texto de aquella carta, confirma
el derecho de los estados de nacionalizar las propiedades y los
recursos naturales que se encontraban en manos de inversores
extranjeros, proponiendo igualmente la creación de carteles de
productores de materias primas. En su Resolución 3.201 de mayo de 1974,
expresó la determinación de trabajar con urgencia para establecer un
Nuevo Orden Económico Internacional basado –oiganme bien, os ruego– "en
la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y
la cooperación entre todos los estados cualesquiera que sean sus
sistemas económicos y sociales, que corrija las desigualdades y repare
las injusticias entre los países desarrollados y los países en
desarrollo, y asegure a las generaciones presentes y futuras, la paz, la
justicia y un desarrollo económico y social que se acelere a ritmo
sostenido", cierro comillas, estaba leyendo parte de aquella Resolución
histórica de 1974.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el viejo orden económico concebido en Breton Woods.
Creo que el Presidente de Estados Unidos habló aquí durante unos 20
minutos el día de ayer, según me han informado, yo pido permiso,
Excelencia, para terminar mi alocución.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el
viejo orden económico concebido en Breton Woods en 1944, y que tendría
una vigencia hasta 1971, con el derrumbamiento del sistema monetario
internacional: sólo buenas intenciones, ninguna voluntad para avanzar
por ese camino, y nosotros creemos que ese era, y ese sigue siendo el
camino.
Hoy reclamamos desde los pueblos, en este caso el pueblo de
Venezuela, un nuevo orden económico internacional, pero también resulta
imprescindible un nuevo orden político internacional, no permitamos que
un puñado de países intente reinterpretar impunemente los principios del
Derecho Internacional para dar cabida a doctrinas como la "Guerra
Preventiva", ¡vaya que nos amenazan con la guerra preventiva!, y la
llamada ahora "Responsabilidad de Proteger", pero hay que preguntarse
quién nos va a proteger, cómo nos van a proteger.
Yo creo que uno de los pueblos que requiere protección es el pueblo
de Estados Unidos, demostrado ahora dolorosamente con la tragedia de
Katrina: no tiene gobierno que lo proteja de los desastres anunciados de
la naturaleza, si es que vamos a hablar de protegernos los unos a los
otros; estos son conceptos muy peligrosos que van delineando el
imperialismo, van delineando el intervencionismo y tratan de legalizar
el irrespeto a la soberanía de los pueblos, el respeto pleno a los
principios del Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas
deben constituir, señor Presidente, la piedra angular de las relaciones
internacionales en el mundo de hoy, y la base del nuevo orden que
propugnamos.
Permítanme una vez más, para ir concluyendo, citar a Simón Bolívar,
nuestro Libertador, cuando habla de la integración del mundo, del
Parlamento Mundial, de un Congreso de parlamentarios, hace falta retomar
muchas propuestas como la bolivariana. Decía Bolívar en Jamaica, en
1815, ya lo citaba, leo una frase de su Carta de Jamaica: "Qué bello
sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto
para los griegos, ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar
allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, de los
reinos, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la
guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta
especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de
nuestra regeneración." Urge enfrentar de manera eficaz, ciertamente, al
terrorismo internacional, pero no usándolo como pretexto para desatar
agresiones militares injustificadas y violatorias del Derecho
Internacional, que se han entronizado como doctrina después del 11 de
septiembre. Sólo una estrecha y verdadera cooperación, y el fin de los
dobles raseros que algunos países del Norte aplican al tema del
terrorismo, podrán acabar con este horrible flagelo.
Señor Presidente:
En apenas 7 años de Revolución Bolivariana, el pueblo venezolano puede exhibir importantes conquistas sociales y económicas.
Un millón 406 mil venezolanos aprendieron a leer y a escribir en año y
medio, nosotros somos 25 millones aproximadamente y, en escasas semanas
el país, dentro de pocos días, podrá declararse libre de analfabetismo,
y tres millones de venezolanos antes excluidos por causa de la pobreza,
fueron incorporados a la educación primaria, secundaria y
universitaria. Diecisiete millones de venezolanos y venezolanas –casi el
70% de la población- reciben, por primera vez en la historia,
asistencia médica gratuita, incluidos los medicamentos y, en unos pocos
años, todos los venezolanos tendrán acceso gratuito a una atención
médica por excelencia.
Se suministran hoy más de 1 millón 700 mil toneladas de alimentos a
precios módicos a 12 millones de personas, casi la mitad de los
venezolanos, un millón de ellos lo reciben gratuitamente, de manera
transitoria. Estas medidas han generado un alto nivel de seguridad
alimentaria a los más necesitados.
Señor Presidente, se han creado más de 700 mil puestos de trabajo,
reduciéndose el desempleo en 9 puntos porcentuales, todo esto en medio
de agresiones internas y externas, que incluyeron un golpe militar
facturado en Washington, y un golpe petrolero facturado también en
Washington, pese a las conspiraciones, a las calumnias del poder
mediático, y la permanente amenaza del imperio y sus aliados, que hasta
estimula el magnicidio. El único país donde una persona se puede dar el
lujo de pedir el magnicidio de un Jefe de Estado, es Estados Unidos,
como ocurrió hace poco con un reverendo llamado, Pat Robertson muy amigo
de la Casa Blanca: pidió públicamente ante el mundo mi asesinato y anda
libre, ¡ese es un delito internacional!, ¡terrorismo internacional!
Pues bien, nosotros lucharemos por Venezuela, por la integración
latinoamericana y por el mundo. Reafirmamos aquí en este salón nuestra
infinita fe en el hombre, hoy sediento de paz y de justicia para
sobrevivir como especie. Simón Bolívar, padre de nuestra Patria y guía
de nuestra Revolución, juró no dar descanso a su brazo, ni reposo a su
alma, hasta ver a la América libre. No demos nosotros descanso a
nuestros brazos, ni reposo a nuestras almas hasta salvar la humanidad.
Señores, muchísimas gracias.